Tradicionalmente se ha definido al pronombre como muy diferentes grupos de palabras cuyo carácter común es la sustituición del nombre para evitar su repetición. En resumen, sólo en cierto sentido tiene justificación decir que el pronombre sustituye al sustantivo, porque en muchos casos no hay sustitución. No tiene sentido asegurar que yo está en vez de mi nombre propio, porque esta forma se basa sólo en el coloquio y es independiente de los nombres de la persona. Igualmente absurdo sería decir que la presencia de todos los pronombres evita la repetición de algún nombre: mi casa, este edificio, aquella calle, algún hombre, cada día, etc.
Hay que reconocer, con todo, que el pronombre es una categoría difícil de definir, tanto desde el punto de vista formal como significativo. Los pronombres constituyen en español una clase extensa de palabras dotadas de caracteres morfológicos y sintácticos, algunos de los cuales comparten con sustantivos y adjetivos, pero otros son específicamente pronominales.
La propiedad común a todos los pronombres es la carencia de un significado constante, fijo y determinado. Los contenidos semánticos del pronombre son nulos o escasos. Es evidente que el pronombre no es una parte de la oración en el mismo sentido que lo son el sustantivo, el adjetivo o el verbo. ¿Cuál es entonces su significación? No hay duda que tienen alguna. Su significación es muy abstracta y depende absolutamente de cada situación concreta. Esto, sin embargo, resulta claro en los pronombres personales, posesivos, demostrativos, relativos. Pero, ¿a quién representan los pronombres interrogativos o los indefinidos (que, quien, algo, alguien, etc.)?
Si no sabemos lo que significan los pronombres, pero sí, para lo que sirven. La Gramática griega aludía a dos funciones esenciales del pronombre, diciendo que todo pronombre es deíctico (señala inconceptualmente a lo que vemos o recordamos) o anafórico (remite a lo que se acaba de enunciar). Las funciones sintácticas que desempeña el pronombre son de otras partes de la oración: sustantivos, adjetivos. El pronombre no se caracteriza por su propia función sintáctica, sino por su especial manera de significar los objetos.
Resumiendo todo lo dicho, podemos concluir que el pronombre no es una verdadera parte de la oración en el sentido tradicional.
Además, los pronombres son una clase de palabras que carecen de la igualdad de la morfología y se diferencian entre sí por sus características morfológicas. Fíjese, por ejemplo, en tales discordancias como: no todos los pronombres tienen declinación, no todos los pronombres adquieren formas genéricas; hay particularidades en cuanto a la categoría del número, etc.