Las gramáticas suelen distinguir entre las llamadas interjecciones propias y las impropias.
Propias. Entre éstas tenemos ¡Oh!, ¡Ay!, ¡Ah!, ¡Eh!, etc., que se hallan en los límites del lenguaje articulado y cerca de los gritos instintivos. Otras tienen una estructura más clara como signos articulados y son más parecidas en su forma externa a las demás palabras. Entre estas últimas tenemos, por ejemplo, ¡Caramba!, ¡Cáspita! Sin embargo, en uno y otro caso se trata de interjecciones propias, o sea, de palabras que no pueden ser otra cosa que interjecciones.
No hay que cometer el error de identificar estas interjecciones con los gritos instintivos en sí mismos. Las interjecciones no son más que fijaciones convencionales de sonidos naturales. De ahí que difieren muchísimo en los diversos idiomas, de acuerdo con las reglas fonéticas peculiares de cada uno de ellos.
Impropias. Están constituidas, en cambio, por palabras capaces de otros usos, pero que con frecuencia desempeñan la misma función exclamativa que las propias: ¡Bravo! ¡Espléndido! ¡Ánimo! ¡Cáscaras!
Hay expresiones en función de interjecciones formadas por más de una palabra, como ¡Por Dios! Algunas interjecciones pueden combinarse con otros elementos, por ejemplo, con preposiciones, y formar locuciones como ¡Ay de mí!; ¡Ay de los vencidos!
Contenido semántico de algunas interjecciones
¡Ah!, ¡Ay!, ¡Eh!, ¡Oh! – se usan para denotar pena, gozo, sorpresa, desprecio, ira, admiración.
¡Bah! – indica molestia, desdén o repugnancia.
¡Ca o quia! – negación o incredulidad.
¡Cáspita! – admiración o extrañeza.
¡Ea! – sirve para infundir ánimo, dar prisa, imponer silencio para expresar enojo o contradicción.
¡Guay! – intimación y amenaza.
¡Hola! – ya alegría, ya extrañeza.
¡Huy! – dolor físico repentino, asombro o disgusto.
¡Ojalá! – indica vivo deseo de alguna cosa.
¡Puf! – manifiesta asco o desagrado.
¡Sus! – sirve únicamente para animar.
¡Tate! – sorpresa, advertencia.
¡Uf! – indica cansancio, sofocación.
¡Zape! – sirve para ahuyentar a los gatos o para expresar temor.
¡Ox! (pronunciado ¡Os!) – para espantar a las aves y por extensión a otros animales.
¡Oxte! – se emplea para rechazar a persona o cosa que molesta, ofende o daña.
¡Chist! (la Academia recoge sólo como ¡chis, chis!) – imposición de silencio.
Otras interjecciones, que propiamente sólo se emplean para llamar, azuzar o ahuyentar a algunos animales, adquieren un sentido metafórico. Tales son, por ejemplo: ¡arro!, ¡so!, ¡tus!, ¡miz!, etc.
Una misma interjección se emplea para casos muy diversos, para manifestar la alegría, el dolor, el susto, la admiración, la burla, el enojo, la ira, etc. La voz, el gesto y los ademanes son los que nos han de dar la clave para distinguir la pasión que inspira la interjección.